Capítulo 01.
—Jimin, ven aquí, ahora mismo.
La voz de Seonghwa, dueño del bar, sonaba fuerte, el sonido se colaba por sus oídos y hacía que el dolor de su cabeza gritara por auxilio.
El día había sido bastante normal; llegó a las nueve de la noche para comenzar con una mini limpieza y acomodó botellas, luego arregló las salas. Antes de su llamado, estaba con su celular mandándole mensajes a Jiyu preguntándole por su hijo. Jimin tenía suerte de tener una buena mejor amiga/niñera.
—¿Qué sucede? —habló cuando llegó al final del bar.
—Los clientes importantes llegan hoy, no quiero distracciones, problemas y quiero que controles a los omegas.
—¿Quieres que yo, un omega, controle a otros omegas?
—Si, que un omega les hable lleva la paz. La paz lleva a más ganancias, ¿y las ganancias a que llevan?
—¿Más trabajo? —habló dudoso.
—No, imbécil, poder. Te lleva al poder —aplaudió sus manos—. Vamos a manejar cada maldito bar de la ciudad, vamos a ser los líderes de toda esta mierda.
—Tú vas a serlo, yo seré el omega que trabaja aquí.
—Como digas, ve con los omegas. Hay nuevos y se están poniendo verdaderamente miedosos.
—Tendrán sus motivos.
—Cállate.
Jimin giró sus ojos y se dirigió hacia el lugar donde estaban preparándose todos los omegas. Él odiaba mucho este lugar, cada vez que entraba sentía el vómito tocar la campanilla de su garganta. Porque, vamos, era un omega trabajando en un bar donde básicamente llevaban a otros de su clase para la prostitución. Esto lo hacía sentir repugnante; lo odiaba pero era la única manera que tenía de darle un techo y comida a su pequeño.
—Hola —sus pies se movieron por la habitación.
Los ojos de todos en la sala se pusieron en él, algunos con risas coquetas y otros temblando por el miedo.
—Soy Jimin, trabajo aquí también, em, en la barra. Soy omega —aclaró—. Si necesitan algo durante la noche pueden venir conmigo, si alguien intenta exceder los límites también háganmelo saber.
Varios de los chicos y chicas presentes asintieron con la cabeza. Jimin dio una sonrisa, en un intento de ser reconfortante.
Volvió a la barra y tiró todo su peso contra ella, estaba tan exhausto. Junseo había tenido una pésima noche, lloró, gritó y no lo dejó dormir. No malinterpreten, ama a su hijo; aún así, no ama el dolor de cabeza que genera su hijo cada vez que no lo deja dormir.
—Hola —Yeosang saludó.
—Hey Sang, ¿cómo estás hermano?
Yeosang es un chico de tal vez, ¿veinte años? ¿veintiuno? No es sabido con exactitud, de todos modos Jimin sabe que es mucho (tres años) menor que él. Sangie, como al ojiverde le gustaba decirle, era parte de la banda que tocaba en los shows de cada noche. Era, sin dudas, un buen baterista.
—Bien, excelente. ¿Por qué está todo tan calmo hoy?
—Vienen los "clientes especiales", sabes como se pone Seonghwa con ellos —volteó sus ojos.
—Hwa es un idiota.
—Te escuché, omega.
El hombre apareció a sus espaldas. Estaba vestido con una camisa blanca, pulcra y elegante.
—Era la idea, amor.
Los chicos picotearon sus labios. Jimin volteó su cabeza incómodo.
Toda muestra de afecto lo ponía así. Había pasado mucho tiempo sin haber sido tratado por un alfa.
—¿Ya está todo listo, Jimin?
—Si, hablé con los y las omegas del fondo, acomodé las mesas vip y la banda de tu querido novio ya está aquí.
—Perfecto —palmeó su hombro—. Los clientes llegan en media hora.
Como todos los viernes, esta iba a ser una noche larga para el omega.
Gracias clientes especiales.
✧✦✧
—Mi cabeza va a explotar, lo juro —Beomgyu, uno de los bailarines del lugar, apareció sobre la barra.
—Recién son las dos de la mañana, Gyu — Yeosang se sentó a su lado.
—Tuve que bailarle a hombres realmente asquerosos.
—Odio que tengas que hacer eso, beta —habló Yeosang.
—Lo sé, pero es mi trabajo, Sangie.
—¿Cómo está tu hijo? —Seonghwa se dirigió a Jimin.
—Oh, él está muy bien —sonrió—. Está feliz porque aprendió los colores, mucho de ellos.
—Cuando trabajes de tarde tienes que traerlo, hace falta su vibra hogareña.
—Si, me ha hablado mucho de "tío Hwa", te quiere bastante.
—Hermoso, muy hermoso niño.
—Gracias.
—Volviendo al trabajo, tienes que llevar diez shots de tequila a la mesa treinta, sector vip.
—Está bien, deja que los prepare.
Seonghwa sonrió antes de tomar la mano de Yeosang y dispersarse por el lugar. Beomgyu frotó cariñosamente la espalda de Jimin y volvió a su trabajo.
Las manos del ojiverde se movían con agilidad sobre la barra, preparando los tragos anteriormente pedidos y buscando los chupitos. Agarró un pequeño plato hondo que contenía sal y otro con gajos de limón.
Con la bandeja en mano, salió de la barra y se dirigió al sector privado. Mostró una pequeña credencial al seguridad que estaba en la puerta y lo dejaron pasar.
Su cuerpo se movió con habilidad entre las mesas, ignorando las miradas que recibía de los alfas del lugar. Aunque estas le resultaban realmente incómodas y hacían que su cuerpo temblara un poco, especialmente cuando ellos largaban sus feromonas al aire.
Llegó a la mesa y fue recibido por un grupo de ojos curiosos.
Unos en especial le llamaron la atención.
—Hola —trató de tener una voz firme, fallando en el intento—. Sus tragos.
Bajó los vasos y fue poniéndolos frente a los hombres. El silencio que se había formado apretaba su panza, se sentía juzgado y analizado. Él odiaba ser el centro de atención en las situaciones.
—Disculpa —llamó un lindo castaño de ojos azules—. ¿Podrías traerme una cerveza?
—Si, por supuesto.
—Gracias.
Con pasos apresurados, Jimin volvió a la barra. Le sonrió a las personas que estaban sentadas en ella y agarró su libreta para tomar sus pedidos. En noches tan ocupadas recurrían al sistema de "pedidos por papel", Jimin lo odiaba.
Veinte minutos después estaba terminando los últimos tragos cuando lo vio caminar hacia él. Mierda, mierda, mierda, la puta cerveza.
—Hola —la voz del hombre era tranquila, sedosa y sin un gramo de preocupación. Linda.
—Hola, siento mucho haber olvidado su pedido.
—No importa —miró sobre su hombro—. Es una noche ocupada, lo entiendo.
—Gracias —agachó su cabeza.
Jimin mentiría si dijera que la presencia del alfa no lo intimidaba. Principalmente porque los alfas en el bar tendían a ser agresivos bajo el efecto del alcohol.
Al parecer estaba condenado a tener mala experiencias con alfas agresivos.
Con manos temblorosas se dirigió hacia una heladera que se encontraba a sus espaldas. Sacó una botella de cerveza y la llevó al frente del ojiazul para abrirla.
—Disculpe el olvido.
—Ya lo dije, no importa, cariño. No te preocupes.
El omega de Jimin saltó ante el apodo.
El hombre se dio vuelta y volvió a paso firme al sector vip. Jimin logró sacar el aire que no sabía que estaba reteniendo.
Tal vez, no todos los alfas eran tan malos.
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